05 Mar Hablemos de Educación: EMPODERAMIENTO: Mujer, centro de su propia vida
ODS 5: Igualdad de género
Marta Bel Palacín. Trabajadora social, antropóloga, agente de igualdad y experta en violencia de género.
Hablar del empoderamiento de la mujer me hace hablar de mí misma y mi proceso personal. Una misma es el campo de observación más potente para visibilizar su propia realidad y experiencia vital y, de este modo, encontrar aspectos comunes en las vivencias e historias de otras y tantas mujeres.
Como mujer de hoy y a lo largo de toda mi vida, he sufrido crisis internas muy profundas entre mis necesidades como ser humano y lo que socialmente, a través de la escuela y familia principalmente, me veía “obligada a ser y hacer”. Hoy percibo que los modelos y mandatos de género y sociales han ido exterminando mi dignidad e integridad como persona.
El gran problema para salir de esa crisis profunda es la culpa y la vergüenza, herramientas personales construidas con referentes y contenidos sociales que sirven para mantener a la persona sometida a los mandatos sociales.
En el caso de las mujeres inmersas en un sistema patriarcal, las deriva al sometimiento al hombre y al propio sistema androcéntrico de creencias instaurado y potenciado por el patriarcado.
A través de la culpa y la vergüenza se instaura una idea interna de que “el error está en mí” retroalimentando la idea de “no valgo” que conlleva falta de autoestima, inseguridad, desvalorización personal y consecuentemente posicionamiento de inferioridad. Esta creencia y actitud es “ideal” para la perpetuación del machismo en sus preceptos de jerarquización y desigualdad entre mujeres y hombres.
Por lo tanto, es importantísimo el trabajo personal de la mujer empezando por revertir esta idea del “error está en mí” e indagar qué procesos cognitivos y asociaciones de ideas se han ido interiorizando en ese proceso de autodestrucción personal de cara a deconstruirlas y reconstruir una nueva identidad empoderada. Reconstrucción desde la idea del ser persona y de los valores humanos y morales intrínsecos que esta idea conlleva: respeto, dignidad, integridad…
Ahora bien, y vuelvo a hablar desde mi experiencia personal, hasta que no me he puesto “las gafas moradas” del feminismo no he sido consciente de todas y cada una de las micro-violencias que he sufrido. Desde “mi nueva mirada” pongo nombre a todas y cada una de ellas, entendiendo por fin, que las sufrí por el mero de hecho de ser MUJER. El grado de normalización y naturalización es tan potente que invisibiliza el sufrimiento de las mujeres siendo esta invisibilización fundamental para la perpetuación del patriarcado. El penoso caso de Ana Orantes lo desveló. Una mujer que públicamente visibiliza sus continuos maltratos es inmediatamente asesinada. Gracias, Ana, gracias a tantas y tantas mujeres que mostraron al mundo la cruel violencia machista; gracias por sacar a la luz algo que en mayor o menor grado sufrimos todas. Es nuestra responsabilidad que estos asesinatos no queden en saco roto. Démosle el nombre que se merecen: asesinatos por violencia machista. Y que las historias de estas y tantas mujeres violentadas desvelen la auténtica realidad de discriminación, desigualdad, abusos y violencias sufridas por todas las mujeres por el mero hecho de serlo.
Paso siguiente al de visibilización y comienzo de empoderamiento de la mujer, empoderamiento que la convierte en sujeto activo, es la consecuente resistencia del propio sistema que teme perder su status y perpetuidad. Resistencia que vendrá del rechazo, crítica social y sanción por parte de los propios grupos de apoyo familiares y/o amistades… todo ello focalizado inconscientemente en la idea de que la disonante es la culpable del malestar generado al romper los moldes y preceptos establecidos. Aquí es vital, y si no se puede volver a caer en el estado de desvalorización y falta de autoestima, el apoyo tanto social (redes de mujeres y sororidad) como el institucional. Un empoderamiento “a solas” requiere de esfuerzos infrahumanos que desgastan hasta el exterminio. La unión hace la fuerza.
Así mismo, y entendiendo que la violencia de género viene a raíz de esa desigualdad entre hombres y mujeres sustentada en un ideario, creencias, roles, estereotipos, falsos mitos…, se constata que el hombre también debe cumplir un papel que muchos de ellos ya han demostrado como perjudicial. ¿Cuántos hombres se han sentido rechazados en su entorno por demostrar sus emociones (llorar, por ejemplo)? Por lo tanto, al igual que las mujeres no son libres por tener que seguir un patrón, los hombres tampoco lo son. Evidentemente, que la propia estructura androcéntrica y patriarcal los sitúa por encima de las mujeres, por lo que su situación es de continuos privilegios. Ni mujeres ni hombres son tratados y valorados como PERSONAS y sí como objetos o instrumentos sujetos a disposición de un modelo estructural a seguir, sustentado en la desigualdad, en base a unos intereses económico-político-socioculturales.
Por todo ello, creo que es fundamental una transformación profunda del cambio de ideario, mentalidad, creencias, patrones, roles… porque, como bien dice Octavio Salazar, tenemos que conquistar la idea de definirnos a nosotros y nosotras mismas, tanto hombres como mujeres; siendo que todo pasa por la educación en valores humanos, ya que esta es la llave y base fundamental que abre puertas para ser verdaderamente dueñas de nosotros y nosotras mismas.