Jóvenes con mucho potencial en busca de oportunidades de futuro

Eduardo Sanz García, trabajador social, terapeuta familiar, director de la Empresa de Inserción Ilundain. Fundación Ilundain.

En España la educación es un de­recho fundamental que supone la base de un modelo social que debería garantizar la igualdad de oportunidades a sus ciudadanos y ciudadanas. Para muchas familias en situación de exclusión social la educación es el único camino que les queda para romper estas dinámicas. La expectativa de man­tener o mejorar el estatus familiar comienza a partir del mayor o me­nor grado de aprovechamiento académico. Sin embargo el aban­dono escolar es ya un fenómeno estructural de nuestro modelo y uno de cada cuatro jóvenes se desvincula en España del sistema educativo. Estas personas habi­tualmente se ven afectadas por di­ferentes dificultades personales y familiares que cristalizan a lo largo de su adolescencia. Problemáticas que no han elegido y que nuestro sistema educativo no es capaz de abordar.

No finalizar la Educación Secun­daria Obligatoria (ESO) supone la pérdida de gran parte de las opor­tunidades laborales y conduce a una suerte de estatus social mar­cado por la precariedad laboral y económica. Será costoso y difícil revertir este problema durante décadas. En muchos casos estas personas iniciarán a su vez dife­rentes dinámicas de exclusión so­cial. Fracaso y abandono escolar son términos que culpabilizan y responsabilizan a estas personas y suponen un estigma con el que tendrán que vivir.

Las últimas investigaciones del Instituto Nacional de Estadística son muy claras al respecto: nues­tro sistema educativo no solo no lucha contra la pobreza y la exclu­sión, sino que la perpetúa. Existe una transmisión intergeneracional de la pobreza. El nivel educativo y económico de las familias con­diciona el nivel educativo al que pueden aspirar sus hijos e hijas.

Esta situación nos debería llevar a una importante reflexión éti­ca como sociedad respecto a la igualdad de oportunidades. Sin embargo nuestro modelo educa­tivo olvida la diversidad y tiende a la excelencia por sistema. Se encuentra en total sintonía con un modelo de sociedad neoliberal que perpetúa la desigualdad de forma estructural.

El sistema educativo actual atien­de a la diversidad con pocos recur­sos, separando a quienes más ne­cesidades tienen y excluyendo lo diferente. Tras la crisis económica se recortaron 10.000 millones de euros en educación que afectaron directamente a apoyos y equi­pos de orientación dirigidos a los alumnos y alumnas con más nece­sidades. Ahora nos toca abordar los efectos de negar el pan y la sal a aquellos que más lo necesitan.

Conviene tratar estos recursos en términos de prevención y ahorro económico: Eurofound monetiza­ba hace ya unos años el coste del fracaso escolar español en térmi­nos de no participación de la eco­nomía y gastos sociales (sanitario, penitenciario…) calculando que la desvinculación formativa supo­ne en España alrededor de 15.700 millones de euros anuales. Cada euro dedicado en educación y prevención revierte multiplicado por 10 a la sociedad.

Incidir en el momento de la juven­tud es clave y genera un punto de inflexión que invierte la tendencia. Abordar estas dificultades a tra­vés de itinerarios de orientación, formación y acompañamiento al empleo permite frenar estas diná­micas de exclusión social. Supone una fórmula de éxito contrastada a través de diferentes proyectos sociales en todo el Estado. A pesar de esto este tipo de recursos no son estables ni están garantizados de forma estructurada en ninguna comunidad. Es necesario conso­lidar estos recursos para ofrecer una respuesta integral, trabajan­do la prevención de necesidades futuras. Con este objetivo mu­chos proyectos sociales de todo el estado se han alineado en una Asociación Nacional denominada “Escuelas de Segunda Oportuni­dad”. Entidades que comparten objetivos comunes, que apuestan por la cohesión social y la igualdad de oportunidades para las per­sonas más vulnerables: jóvenes con mucho potencial en busca de oportunidades de futuro.

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