Educándonos es un espacio de encuentro y relación entre jóvenes con el objetivo de educar en valores, emociones y sentimientos, construir espíritu crítico y, en definitiva, incidir en la realidad en la que viven con un claro sentido de transformación comunitaria.
Trabajamos con adolescentes y jóvenes que proceden de diversos ámbitos y barrios de la ciudad, con edades entre los 14 y 24 años.
Los ámbitos de intervención del programa son el medio abierto, es decir, la educación no formal donde los y las jóvenes tienen especial presencia. Intervenimos en diversos espacios con presencia y protagonismo juvenil, con énfasis en el arte, la participación juvenil y la educación en valores. También estamos dentro del ámbito educativo, en Institutos de Educación Secundaria y en Formación Profesional Básica, realizando formación dentro del aula.
Buscamos transformar la amenaza en oportunidad, reconociendo la enorme potencialidad de la juventud. Partimos desde un cambio en el paradigma educativo buscando en la diversidad la riqueza y no el problema, y en el conflicto la oportunidad de transformar nuestras relaciones.
Contamos con un modelo de intervención propio diseñado a partir de toda la experiencia acumulada; de los conocimientos de los y las profesionales que conformamos esta intervención social y de otras y otros profesionales con los que nos relacionamos; y del conocimiento científico de metodologías de intervención ampliamente experimentadas, exitosas e interdependientes.
El modelo de intervención se nutre de metodologías ampliamente comprobadas científicamente, para innovar combinándolas y dando como resultado un nuevo modelo que las integra; a grandes rasgos, recoge de los principales métodos utilizados los siguientes elementos:
El modelo educativo de Educándonos desarrolla su intervención metodológica desde un profundo conocimiento de la realidad y la coyuntura social, apostando por la participación de toda la comunidad y con el objetivo último de implementar una acción social, eficaz, eficiente y sostenible. Para ello y partiendo de la realidad de otros proyectos que han demostrado exitosamente su desarrollo, tiene como premisas los siguientes principios de actuación:
o Representantes públicos y responsables de entidades públicas y privadas que intervienen en el territorio.
o Profesionales técnicos cuya actuación incide en el territorio.
o Ciudadanía, es decir todas las personas que viven en el territorio.
Principios de la Educación Popular de los que se nutre Educándonos para su intervención:
Reconocer críticamente la realidad y la propia práctica
El “punto de partida” del proceso metodológico es que los grupos recuperen y analicen su experiencia colectiva para reconocer, con un sentido crítico, los aciertos y errores, los obstáculos y potencialidades que existen para poder transformar y mejorar su realidad. Todo ello explica, fundamentalmente:
El conocimiento del medio, del entorno, del contexto social donde vive y se desenvuelve el individuo y el grupo.
El reconocimiento de los valores culturales, ideológicos, que determinan, en ese grupo y colectivo, su visión y comprensión (subjetiva) de la realidad y orientan su actuación.
La identificación de la propia práctica.
Comprender y construir nuevas formas de actuar
El reconocimiento crítico de la propia realidad no resuelve, por sí solo, el proceso educativo.
No basta con conocer, es preciso comprender: sistematizar y analizar nuestro conocimiento de la realidad y la práctica social, profundizar en sus relaciones, incorporar nuevas visiones e interpretaciones, otras formas de entender y responder a la realidad, otras prácticas sociales.
Se trata de partir de lo particular y lo inmediato, de lo grupal y lo local para intentar descubrir los principios más generales y globales que configuran la dinámica social y nos permiten, cuando los conocemos y comprendemos, influir en mayor medida sobre las cosas.
Reorientar nuestra práctica para desenvolvernos mejor en la realidad.
Replantear nuestra acción para mejorar la realidad
La Educación Popular no es, solo, una metodología para el conocimiento sino, sobre todo una educación para la acción. El siguiente paso de este proceso metodológico, que venimos describiendo brevemente y de forma general consiste en reelaborar los objetivos de nuestra acción colectiva, revisar y adecuar los métodos y técnicas de actuación, llevar a cabo una nueva práctica para transformar y mejorar la vida colectiva y dar respuesta a las necesidades e intereses del grupo social y de cada una de las personas que conforman el grupo. Y significa también revisar, evaluar permanentemente y de forma colectiva la práctica para adecuarla a las nuevas situaciones y necesidades, a los nuevos niveles de conocimiento y comprensión de la realidad, a las nuevas capacidades colectivas que irán surgiendo del proceso.
Diálogo
Toda educación tiene lugar en una dinámica de diálogo. Educar no es adoctrinar. Evitar, pues, todo autoritarismo pedagógico, esa forma de educación que consiste en transferir el conocimiento del agente a las personas participantes. El papel del educador/a aquí es facilitar la comunicación sincera, constructiva desde la confianza, animar el debate y estimular la participación de todas y todos en el mismo. Es facilitar que la palabra sea utilizada libremente.
El diálogo se aprende. Está situado entre la conversación informal (como la que tiene lugar en una familia o en una cafetería), y el discurso (de un político o de una profesora). El diálogo exige una cierta disciplina: la de escuchar y hablar (sin interrumpirse unas a otros) y la de centrar el debate en torno a un problema delimitado, definido (sin hacer digresiones). De allí la importancia del papel del animador/a o educador/a en facilitar la participación y la escucha activa.
El diálogo se hace en torno a la práctica. La práctica es la referencia constante del diálogo y no ideas o ideales. Cuando decimos práctica decimos “realidad” o “vida”. “La vida social es esencialmente práctica”. La práctica es mediación pedagógica, ya que las personas aprenden haciendo.
Educar no es convencer. Es claro que la acción por sí sola, sin reflexión, no educa. Para ser educativa, la acción necesita ser digerida, asimilada. Y esa es la función de la reflexión, pero de una reflexión “en grupo”, o sea dialogada.
Este lazo de la reflexión con la acción no debe entenderse de modo rígido, de modo que la referencia a la acción debe ser la práctica pedagógica normal en el trato con la comunidad. Pero sin duda el/la joven pueden también aprender con la experiencia histórica y social de las otras personas (y no sólo de la propia), proyectar una práctica (y no sólo pensarla a posteriori), hacer deducciones lógicas (y no sólo inducciones), etc.
Diálogo de saberes
La educación se da en el contexto de la comunidad. Esta es el espacio del diálogo, la comunidad es como un “intelectual colectivo”. En el grupo se da la coparticipación de las experiencias y de las lecciones que ha enseñado la vida (diálogo de saberes). La comunidad y las personas jóvenes formando parte de ella son el “sujeto colectivo” del saber. El grupo de reflexión es como una “Escuela popular” en la que la gente de la comunidad es al mismo tiempo educadora y educando. El texto del aprendizaje es el libro de la vida, de las experiencias, de las vivencias… Por eso el diálogo se da en torno a la vida, y se comparte. Por tanto, para la intervención, la comunidad aparece como la gran mediación pedagógica, como espacio y como instrumento. De hecho, la comunidad es la mediación:
De donde se puede aprender la importancia del grupo como unidad pedagógica, al mismo tiempo palco y actor de la propia conciencia, como ha de serlo de la propia existencia.
Participación
En Educándonos se hace hincapié en la importancia de la participación, de la formación para la participación y de la reflexión. Vivir en comunidad o sociedad es participar. Política es básicamente participación, la exclusión es la no-participación.
Todo comienza con la participación en la palabra, en el diálogo, en las decisiones.
En la intervención, ya sea mediante el diálogo personal o mediante cualquier proceso de formación grupal, se dará especial importancia a la participación, ya que el fomento de ésta ayuda a aprender a expresarnos libremente y a incidir en el cauce de nuestros proyectos.
Independientemente de los contenidos a abordar, cualquier reunión debe mostrar, por su dinámica participativa, que se trata de democracia. La democracia no entendida como ceder el poder a los políticos con el voto, sino ser parte de los problemas y de las posibles soluciones. Y esto, inclusive cuando se trata de programar una salida al monte, ver una película o decidir de qué color pintamos la sede.
Investigación Participativa en Juventud (IP)
Para poder generar procesos de cambio, es necesario que conozcamos la realidad del territorio en donde queremos intervenir. Una forma de hacerlo es a través de esta Investigación Participativa en Juventud.
La IP, no rechaza el papel de la persona especialista pero sí plantea el para qué y el para quién de la investigación como primer problema a resolver.
En una IP hablamos de objetivar la realidad en una dinámica de investigación que surge y se desarrolla como proceso en la complementariedad permanente de distintos saberes –el saber técnico, el saber cotidiano-. En este sentido, podríamos referirnos a una construcción dialéctica del saber que parte de considerar al objeto a investigar como sujeto (protagonista de la investigación) y a la finalidad de la investigación como transformación social. Este tipo de construcción, enmarcada en un proceso de investigación colectivo, genera como síntesis una dinámica un nuevo conocimiento científico sobre una situación problemática determinada.
Con la Investigación Participativa nos marcamos los siguientes objetivos:
El proceso de IP no culmina con la producción de conocimientos, sino que pretende actuar frente a las realidades sociales, considerando para su transformación la voz de los actores.
La meta es que la comunidad, y los/as propias jóvenes, vayan siendo las autogestoras del proceso, apropiándose de él, y teniendo un control operativo (saber hacer), lógico (entender) y crítico (juzgar) de él.
Metodológicamente supone un proceso modesto y sencillo al alcance de todos y todas pero a la vez que lleve a la participación procesual, a asumir crítica y estructuralmente la realidad, a la reflexión seria y profunda de sus causas y tendencias, a conclusiones científicas, a estrategias concretas y realizables, a una planeación, a una praxis – acción renovada y transformadora en la que vaya interviniendo toda la comunidad, a una continua reflexión sobre la praxis para hacerla cada vez más liberadora y transformadora de la realidad.
Construcción colectiva del conocimiento
A partir de los diferentes saberes, construir conceptos y lenguajes que faciliten la comunicación entre los diferentes actores sociales. Bajo el principio filosófico de que nadie lo sabe todo y que todos/as sabemos algo, nos basamos en la construcción colectiva de conceptos, saberes, experiencia subjetiva que al hacerla colectiva va cargándose de significado: el significado y la certeza de la propia experiencia.
La cooperación
Valor y destreza necesaria para resolver tareas y problemas juntas y juntos a través de unas relaciones basadas en la reciprocidad y no en el poder o el control. Las experiencias cooperativas son la mejor forma de aprender a compartir, a socializarse y a preocuparse por las y los demás. De esta forma, al colaborar por un fin común, las respuestas destructivas se cambian en constructivas.
La equidad de género
La metodología de equidad de género se concentra mediante la búsqueda de equidad entre hombres y mujeres en el acceso, manejo, uso y control de los recursos. Facilita el empoderamiento de las mujeres, la sensibilización y capacitación de hombres y mujeres y hace posible el cambio hacia estructuras socio-políticas más equitativas. El enfoque de género no busca tanto la igualdad de oportunidades cuanto la equidad de impactos.
En todos los procesos se impregna el espacio de un ambiente igualitario, donde las y los jóvenes identifican y detectan en el instante posibles actitudes o comportamientos machistas que vulneran los derechos humanos fundamentales.
La lúdica
El juego como instrumento pedagógico constituye la potencialización de las diversas dimensiones de la personalidad como son el desarrollo psicosocial, la adquisición de saberes, el desarrollo moral, ya que permite la construcción de significados y de un lenguaje simbólico mediante el cual se accede al pensamiento conceptual y al mundo social.
El juego, así como también el lenguaje, aparecen como constantes antropológicas en todas las culturas y en todas las épocas. No se puede pensar en un pueblo donde el juego no haya sido instrumento importante para transmitir sus valores. El juego es causa de la risa, por cierto, única en el ser humano. En los mitos y ritos de las comunidades siempre hallamos las normas lúdicas unidas a aquellos elevados conceptos de trascendencia y espiritualidad. Las niñas y los niños encuentran diversión en el juego. Pero la diversión ha de entenderse como liberación a través de lo hedónico de las prácticas lúdicas. En el juego una de las normas importantes es la autonomía y libertad de los participantes, pues de ser contrario el comportamiento a esta ley lúdica no se podría presentar el placer o goce que constituye un elemento esencial del juego.